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PRENSA

Revista Artefacto Internacional

Jorge Bremer Vío:

De los caballos a la explosiva abstracción.

“Nací con los colores intensos, desde muy pequeño siempre he tenido el instinto de marcar con el color lo destacable, con los años he pensado que las personas deben ponerse anteojos para mirar mis pinturas, es alegría de vida, es la fe que tengo en el futuro.”

Por: Felipe Vilches, Licenciado en Filosofía, Crítico de Arte.
Licenciado Universidad de Chile.
Corresponsal de la revista Artefacto Internacional.

Jorge Bremer Vio es un profesor universitario y arquitecto chileno que avanzó al área tecnológica continuando la tradición noble de la enseñanza superior. En 1972 terminó sus estudios medios en el colegio Padres Franceses de Viña del Mar y entró a estudiar arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso, culminando sus estudios en 1979. Tiene la prestigiosa herencia de haber sido alumno de la escuela “más loca en poética”, esa que duró de 1952 hasta 1983, contó con grandes maestros como el argentino Godofredo Iommi, Alberto Cruz y Claudio Girola. Su propuesta provocó el cambio de conciencia y el quiebre mágico a generaciones.

“Desde el primer día era una magia continua, de descubrimiento, del espacio en que nos envolvíamos, nuestra propia ciudad, donde estudiábamos, Valparaíso”. Les enseñaron a observar esa manera de vivir en el acantilado, y llevar la vida al debate del taller y el arte, creando una clara autoconciencia de sí, sabiendo que el arte estaba en las manos de todos, que salva a las personas y las hace más humanas. Esa escuela creativa les abrió la puerta de la imaginación y les dio confianza poética, con un ritual de iniciación unida al compromiso emotivo espiritual con el arte en mayúsculas, dando un giro de reacomodo del ocio individualista de una sociedad injusta, identificando aún más la libertad con el espacio humano colectivo. 

Jorge Bremer Vio ha expuesto en los espacios típicos de la región, en el Instituto Goethe y en Palacio Carrasco, en Viña del Mar. También en Santiago, en la Sala Negra del Instituto Chileno Norteamericano, y en la sala Pablo De Rohka, en el Centro Cultural de Ñuñoa, de Santiago. Su carrera le permitió participar en travesías propias de su escuela, a Maricunga, saltar a la altura de Copiapó, a 200 km y a una altura de 4.500 m sobre el nivel del mar, y a los altos de Putaendo, cordillera a 2.400 m sobre el nivel del mar, donde montó la instalación Reloj para medir el lado oscuro de la Luna. Además, ganó el segundo lugar en el prestigioso concurso Sudamericana de Vapores, con el premio de un viaje en barco desde Valparaíso al sur de Chile. También recibió la Mención de Honor del concurso de pintura de Valparaíso y exhibió escultura en 1987 en la Bienal de la misma ciudad.

Manuel Casanueva, colega arquitecto casado con Ximena, la hija mayor de Godofredo Iommi, le regaló el libro La semejanza más sorda, donde aparece el poema “La duda“: “Vistas desde atrás / sus siluetas eran / hachas tenues / y una duda venía / acaso desde siempre este paseo / dejando un hilo / taciturno sobre el sueño”.

Jorge ahora considera a la ciudad porteña de Valparaíso como bombardeada por la pobreza, peste que consume a la ciudad por la falta de gente inteligente. La filosofía de este artista parte de la creencia firme en que en la vida nada tiene más libertad que el arte. Asume que ser feliz es una realidad para el artista que vive este camino verdadero para salvarse de cualquier peste. Lo más importante es la noción de que la esencia del arte la produce el ocio, y la felicidad misma es producto del ocio.

Así, la fe en el arte es el producto directo de esa enseñanza: “Nací con los colores intensos, desde muy pequeño siempre he tenido el instinto de marcar con el color lo destacable, con los años he pensado que las personas deben ponerse anteojos para mirar mis pinturas, es alegría de vida, es la fe que tengo en el futuro”. Otro poema del maestro Iommi dice: “Esa lluvia sería una suerte de olvido / desprenderse de tardes / enteras saludando / en silencio al vecino / cuyos pasos se vieran / hilados al parecido / de sus rasgos / por una lluvia semejante / a esa lectura sin término / de sílabas extraviadas / en el patio”. La escuela de arquitectura de los grandes maestros contrasta muy fuertemente con la intención profunda y poética del arte con las verdades del espacio público. El artista buscará siempre la mejor calidad de vida en la praxis social de un buen vivir. “Una manera de retener en los ojos esa manera que tenemos de observar lo continuo, buscando una mejor manera de vivir”.

El pintor describe el territorio neoliberal contradictorio donde construye su identidad: “Hoy tuve que salir a una misión secreta, caminé por calles conocidas, luego viré a la izquierda y seguí caminando por lugares desconocidos, colgando de mi hombro un tubo para llevar cómodamente unos papeles enrollados. Paré en cada sombra de edificio, paré en cada sombra de los grandes árboles que protegen las veredas, escribía por Whatsapp, cientos de palabras inusuales al pensamiento extremo, de andar vagando, junto a miles de recuerdos, hasta que llegue a mi destino, los dólares y los euros que baten los récords de monedas duras, que el mercado estabiliza, los ojos desorbitados, pensando en lo extraño que es pensar en otro idioma”.

Bremer sabe que después de muchas exposiciones y catálogos vive feliz y no puede cambiar nada; es un claro desgano prometedor diría un escéptico. Arremete acentuando su privilegio natural en la enseñanza de los jóvenes: “Pinto porque nací de esta manera, mal de todos en esta sociedad, y me alegra poder disfrutar de quitarles los miedos a tantos jóvenes que me consultan en las escuelas de arquitectura y construcción”.

Su casa se convirtió en taller muy temprano en la carrera de arquitecto y agregó, la pintura, la arquitectura y la reflexión estética en definitivas le permitió construir un hábitat lleno de signos.

De tipo común que admira los caballos, Jorge rompe lo corriente y con una visión distinta propone un manejo técnico en color y belleza, una abstracción que supone un cálculo en la ejecución para develar un entorno mágico. Lo secreto develado es el artista que ausculta el medio humano como experiencia estética. No le preocupan referencias de éxito, el ganador y el perdedor no interesan. Ser feliz está en la creatividad, en el espacio de la música y de las artes, y a esas melodías nunca se las lleva el viento. Ser pintor es respeto a la naturaleza, y vivir con respeto por el planeta. Por tanto, la Pachamama, Gaia, la Madre Tierra, lo sagrado, si lo vemos, es lo que imaginamos. Lo importante es el momento, la ejecución directa, lo poético absoluto como el gesto expresivo sobre el blanco y las obras. Su producto son instancia efímera en la vida: todo es reciclaje. 

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