Los vientos anuncian la manera de entrar al verano, el calor crea vórtices de alas, miles de pájaros dan vuelta en círculos ascendentes dejando atrás la antesala de la orilla del mar. Ya no hay peces, se los llevaron engañados con una flauta mágica que cambia la luz de la tarde, engañados por la misma razón de que nosotros mismos no vemos la dificultad de lo que significa comer, alguien inventó la hora, el metro, el kilo, pero uno solo pensó y pensó creando la posibilidad de ver la belleza en un instante, la belleza es simple, la belleza es mínima, la belleza es dulzura, la belleza es el infinito, cuando uno cree encontrar la belleza, perdemos toda posibilidad de mirar, quiere decir que quedamos ciegos ante un esbozo inoportuno de lo que significa el número cinco, o la sección de oro, o el teorema de Pitágoras, que entre piedras logra plantear una posibilidad de entender la belleza para un humano, ese humano que ya no existe, porque la tecnología arribó con todo lo imposible que significa el espacio infinito, logrando encausar los sueños que no se deben contar, esos sueños ocultos de toda posibilidad (3) de irrumpir en el inconsciente de la naturaleza.
Jorge Bremer, diciembre 2011.